lunes, 14 de diciembre de 2009

Cecy

Va de presentación:

Aprovechando que estrena blog hoy quiero presentarles a alguien, a quien muchos de ustedes ya conocen, se trata de Cecy y su blog Gotas de lluvia sobre mi piel.

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Ya me cuentan...

Otro día Lara, Sonoio, miralunas... que siempre os tengo en mente y a otr@s much@s más.

domingo, 19 de abril de 2009

CAPÍTULO 8

El vestido era bonito, elegante y caro, muy caro y sin embargo se sentía embutida, máxime cuando comenzó a descender por la escalinata. Todo el palacete estaba generosamente iluminado por la luz que procedía del exterior, se realzaban así todas las obras de arte que se presentaban como caricias ante sus ojos. No podía creer que en un sólo lugar pudiera existir tanta belleza y la música... la música de Domine la atraía como siglos atrás el flautista de Hamelin atrajo a las ratas. Ya no sentía la presión del vestido, su alma era libre.

El suelo era de mármol de carrara, todo era espacioso y el techo era artesonado con vigas de madera. Se respira riqueza. Todo esto le daba cierta seguridad a Mati y así, ya con la mente totalmente enfocada en su nueva realidad, se dispuso a comenzar sus rutinas mañaneras.

lunes, 13 de abril de 2009

CAPÍTULO 7

-Aquí tiene su manzanilla –le dijo una elegante camarera mientras dejaba una bonita taza de porcelana en la mesa.
Mati asintió con la cabeza y le sonrió. Todavía no estaba del todo acoplada a esta nueva existencia pero estaba tranquila, relajada, este presente era diferente a los demás. Una música la hizo salir del leve trance, era lejana y cercana al mismo tiempo, y para escucharla debía esforzarse, en escuchar más allá de su alrededor y de su espacio. Al cabo de varios minutos escuchaba a las composiciones de Juan Oliver Astorga con total atención. Miró la portada de ambos libros y decidió leer algo más adecuado para aquella situación, alguna novela histórica estaría bien.

Con la música de fondo, la manzanilla ya fría hidratando sus labios y el nuevo libro, que le había traído la camarera, se enfrascó en una lectura absorbente. Y así pasaron varias horas hasta que recordó algo… ¡en el banco tenía una caja de seguridad con algo dentro, algo que no recordaba del todo lo que era!

Habían pasado ya varias horas desde que entrara al Centro de Masajes y sin embargo la luz de la calle era la misma. La iluminación de la urbe era invariable durante todo el día, allí todo funcionaba las veinticuatro horas, la nocturnidad era algo del pasado y de todo lo que estuviera fuera de la gran ciudad de la que muchos de sus habitantes no salían en toda su vida. No muy lejos encontró un ascensor que le llevó al subsuelo, nada tenía que ver con la superficie. El movimiento era frenético y el silencio no hacía asomo de presencia en casi ningún rincón. Metro, tren y vehículos de cuatro ruedas estaban a su disposición pero como no quería esperar decidió alquilar un vehículo.
Era amplio e incluso podría tumbarse si lo deseaba pero no estaba cansada.
-¡Buenos días Mati!, ¿sería tan amable de indicarme el destino, por favor? -le preguntó el ordenador central del vehículo tras haber escaneado sus pupilas.
-Deseo ir al Banco Central.
-Muy bien. A continuación le informo del precio. Velocidad A: cien créditos, cinco minutos. Velocidad B: ochenta créditos, siete minutos. Velocidad C: veinte créditos, entre quince y veinte minutos. ¿Qué velocidad desea?
-¿Podría decirme el saldo de créditos en mi cuenta?
-Su saldo de créditos es de ciento cincuenta y seis millones de créditos.
-Velocidad A -dijo asustada, era rica y no lo recordaba, sonrió.

Los vehículos no eran conducidos por los humanos, los ordenadores de cada uno de ellos eran los que interpretaban las ordenes provinientes de un ordenador central que gestionaba eficazmente la circulación. Todo funcionaba mediante hidrógeno y por ello el aire que se respiraba en el subsuelo era tan limpio como el de la superficie.

-Nos complace comunicarle que su viaje ha durado cuatro minutos y cincuenta segundos. ¡Qué pase un buen día!
-¿Podría indicarme hacia dónde debo dirigirme para llegar al banco?
-Cuando salga verá frente a usted el ascensor directo. ¿Desea saber algo más?
-No, gracias -respondió Mati cuando ya había salido del interior del vehículo.

El ascensor también escaneó sus pupilas y su fisionomía y cuando se abrieron las puertas una representante holográfica del banco la estaba esperando. Sin embargo Mati permaneció en el interior de la cabina, lo que se extendía ante sí era espectacular. Nunca había visto un lugar tan amplio y tan diáfano, era imposible que no hubieran mil columnas que cargasen con el peso del techo en el que se representaba en movimiento real la Via Láctea. El suelo brillaba excesivamente e irradiaba luz suficiente para que todo estuviera iluminada hasta unos cuatro metros de altura, diez metros más arriba sólo estaban las estrellas. Vio una estrella fugaz, deseó ser feliz y dio un paso al frente.
-¡Buenos días mati!, soy Sara, su asesora personal. ¿En qué puedo ayudarle?
-¡Holas Sara!, deseo retirar algo que guardé, no sé exactamente lo que es.
-Muy bien, ayer me dijo lo que era. Acompáñeme.
Mati no había terminado de pensar que caminar mucho por allí la dejaría agotada cuando la asesora la invitó a subir al desplazador automático que emergió del lago cristalino que era el suelo.
-Le recuerdo que tardaremos unos diez minutos, esto es un deseo suyo pues el lugar al que nos dirigimos apenas está a un minuto. ¿Está usted conforme?
-Sí, claro -enseguida había entendido porqué pues no podía quitar la vista de las estrellas.

Mati no despidió a Sara mientras abría la bolsa de piel que contenía su caja de seguridad. Estuvo tentada de desatar el nudo que la cerraba y ver lo que contenía en su interior, sin embargo se la colgó al cuello y pidió a la asesora personal que pidiera un vehículo para poder regresar a su casa.

Ya fuera del Banco Central un vehículo le esperaba, sin apenas dejar hablar al ordenador central le indicó la dirección a la que deseaba ir a velocidad C.

CAPÍTULO 6

La guarnición romana, que construyó y ahora protegía aquel tramo del Muro de Adriano, estaba preparada para llevar a cabo una incursión por tierra de salvajes. Aquellos animales eran bestias que debían caer bajo sus afilados espadas; Roma era lo único que debía prevalecer en el mundo.

Los romanos ya sabían que debían evitar los bosques, los pictos se desenvolvían mejor en aquel terreno y también influía sobremanera lo desconocido, leyendas que se contaban como verdades y que todos creían por lo que era mejor no molestar a los dioses de los bosques. Sólo necesitaban apresar a veinte o treinta bestias, en los circos de todo el Imperio se pedía a gritos los espectáculos con pictos, con esas extrañas criaturas que se tatuaban la piel y se pintaban la cara. A pesar de las leyendas y del bosque observador la guarnición estaba de buen humor, aquello era mejor que construir el muro, mejor aún que derruir una parte para volverla a construir, caprichos aquellos de un Emperador que de ese modo los mantenía ocupados sin que ellos lo supieran.

Eran fantasmas bajo la luna, la luz blanquecina les confería un color de muerte. La puerta de aquel tramo del muro se abrió y escupió organizadamente a doscientos romanos, avanzaban a media marcha y en dos horas llegarían al asentamiento picto que habían localizado. El ejercicio físico les vendría bien, sus piernas estaban agarrotadas debido al trabajo de mampostería que venían desarrollando desde hacía tiempo, además odiaban trabajar con el cincel y el martillo pues ellos eran carne de batalla. Algunos, al poco de iniciada la marcha, ya añoraban no yacer esa noche con su esposa, el Muro de Adriano quedaba muy lejos de la madre Roma y allí se hacía la vista gorda ante los matrimonios, a los soldados se les estaba prohíbido casarse.

Los pictos estaban preparados. Se habían pintado la cara y los cuerpos para tener el favor de los dioses. Agazapados, tras los árboles, dentro del río, esperaban sorprender a los romanos, a esos enemigos a los que ellos nunca habían desafiado.

No eran tantos como esperaban, sería fácil aniquilar a las pocas decenas de romanos que marchaban hacia su fin. Sin embargo nada era lo que parecía, los romanos sabían que los pictos los esperaban y les fue fácil matar por la espalda a las bestias. Mati intentó proteger a su compañero sin éxito, dos espadas romanas fueron necesarias para acabar con su vida. Ella supo que aquél era el fin, lo supo cuando la calidez recorrió su cuerpo.

La percepción del paso del tiempo se ralentizó hasta extremos insospechados, sólo en los agujeros snegros que habitan el cosmos el tiempo transcurría tan despacio y upo en aquel instante que todo lo que había vivido en aquella vida sería un espejismo, todo lo vivido sería menos que un recuerdo, en el futuro todo lo pretérito sería una simple paramnesia olvidada. Allí, tendida en el frío suelo, un reguero de sangre que brotaba de su cabeza recorría su cara; la sangre era cálida y las lágrimas que surcaban su rostro eran gélidas. Su amado muerto yacía no muy lejos de ella al igual que muchos de los que antes habían sido su familia, su clan. Le daba igual la suerte que pudiera correr y por ello no hizo ni el menor intento de levantarse y huir.

Cuando todo terminó las mujeres fueron violadas, a los pocos hombres que habían dejado con vida los golpearon brutalmente para quitarles la poca rebeldía que recorría su sangre y los niños ya no se harían adultos. Por algún motivo desconocido Mati no fue asesinada al igual que el resto de las féminas, ni siquiera la violaron. Ella formaba parte de los veinte pictos, que atados como perros, eran prisioneros de los romanos.

Levantó la vista, ya habían pasado casi dos días, y vio una gran muro que se extendía desde el suelo hasta el cielo. Era el Muro de Adriano. Una nueva vida comenzaba, quizás el Coliseo la esperaba.

jueves, 26 de marzo de 2009

CAPÍTULO 5

Enardecida, una vez mas, trepó hasta los resquicios mas altos de conciencia que le quedaban; todo fluía tan raudo que no tenía tiempo de pararse a recordar, a pensar; mas por otra parte, todas sus vidas pasadas jugueteaban con su conciencia, abstracta y asediada, como si quisieran despistarla nuevamente. Cuando por fin logró abrir los ojos y mirar en derredor suyo, los rayos de sol la desplazaron del camastro hundido y desgastado en el que se encontraba para comprobar que se hallaba en un lugar pequeño; sus pies de bailarina, minúsculos y vibrantes, le ofrecían la posibilidad de recorrer los pequeños pasos que distaban hasta la puerta de salida; se encontraba en una caravana, desvencijada, ennegrecida, apocada; disfrazada de colores brillantes para ocultar la pobreza apremiante que lo envolvía todo. Cuando giró su torso desnudo se encontró frente a frente consigo misma en un espejo curvo y desgastado, lleno de bisutería barata, de antifaces y pinturas de todos los colores. Al lado de la puerta, entre la pequeña ventana abierta y una especie de cortina color añil, comprobó que había cientos de telas acumuladas en cientos de colores: tutúes, capas, túnicas..., mezcladas con los enseres mas dispares imaginables: pelucas, escobas coloridas, paraguas..., hasta un pequeño bandoneón que indicaba un color dorado antaño.




Como por arte e instinto, Mati se puso de pie, calzándose unas minúsculas zapatillas violetas desgastadas por el uso, fijó su atención en su imagen e irguiose como si de una diosa griega se tratara; recogió los mechones de pelo que se le escapaban de su caótico y a la vez ordenado recogido, cubrió sus hombros con un jersey de lana parduzco y se dispuso a salir para contemplar el primer sol de la mañana. Frente a ella se levantaba majestuosamente decaída la antigua carpa que había visto a tantos artistas fluir bajo su manto protector, el cual cada vez tenía mas goteras y estaba mas abandonado; el circo estaba decayendo pues con el auje de la industria y eso que tantos en tantas sociedades de rancio abolengo de la vieja Europa se habían empeñado en acuñar como la nueva revolución, no quedaban gentes de ensueño que quisieran mendigar su sustento por caminos y carretas desvencijadas que no daban mas que estertores y dolores de huesos.




A ella le encantaba, era su vida al menos en aquel instante, era consciente de la magia que envolvía toda aquella aura agridulce del circo, era capaz de captar la camaradería de todos los que dormían en las caravanas contiguas, era maravilloso el poder respirar felicidad en la miseria, era feliz... Por un instante que tan solo duró un segundo, Mati cerró los ojos y sintió como los rayos de sol reaccionaban para que no viera la oscuridad completa, ya que sus párpados no eran lo suficientemente gruesos para evitar la profanación de la luz en la oscuridad; percibió como el rocío de la mañana se evaporaba ante la magnificencia del calor del astro rey y este vapor ascendía para encontrarse de nuevo en el cielo convertido en nubes; aprehendió la sensación de ser feliz, tanto que su corazón se hinchó como un globo a punto de estallar y sonrió, sonrió tanto que su rostro deformado no podía volver a su estado cotidiano.




Cuando abrió los ojos, abrumada por tan asombrosa revelación, dirigió sus pasos hasta la caravana contigua a la suya; ésta de un color rojo y llena de remiendos y remaches, estaba decorada con unas letras desgastadas en las que se leía "Circus" rodeadas de azul y plata; en las ventanas, tanto o mas pequeñas todavía de lo que imaginarse puede, asomaban dos pequeñas matas, que ni siquiera plantas, de un color verde parduzco. Cuando Mati llegó a la puerta, giró el pequeño pomo ahumado y entró a una pequeña cocina desordenadamente apacible; era hora de tomar un té, el primero del día, mas no estaba sola, su compañera de trapecio la esperaba con una sonrisa tan inusual como la de ella misma hacía tan solo unos instantes; el humo de un cigarrillo y el vapor humeante del herbor del agua eran los únicos restos móviles que recordaban la cotidianeidad del momento, esa vuelta a la realidad, ese giro voraz que le trajo a la mente la abocación al fracaso del mundo en el que se movía... cada vez quedaban menos, pronto no quedaría ninguno.


Aun sin haber estado allí, Mati pudo recordar que tan solo dos días antes Jhon, "el forzudo" y su familia, la linda Clarice y sus pequeños Adrian y Luc, habían optado por dejarlos después de mas de siete años; ya no podían más. Los suburbios de las ciudades que acogían la descolorida carpa, ya no se llenaban de niños ansiosos y de padres arrastrados por éstos, como si de paseadores de perritos se tratara. Ahora, la revolución industrial mantenía ocupados a todos mas tiempo y a los niños, los dejaba mas solos; ahora ya no había tiempo para el circo, ya no había tiempo de sueños y sorpresas, ya no.

sábado, 14 de marzo de 2009

CAPÍTULO 4

Venecia había sido construida en medio de pantanos e islotes, sus fundadores perseguían así protegerse de las hordas bárbaras. De eso hacía ya mucho tiempo, ahora era una espléndida urbe, floreciente e independiente. A cada paso se erigía un palacete más fastuoso que el anterior, era la Venecia de los grandes comerciantes, era la Venecia de los cuatrocientos puentes.

Allí las calles de tierra no existían, todo era canales comunicados entre si, con puentes por doquier. Las negras góndolas iban y venían con pasajeros o mercancías, en Venecia se podía comprar lo que se quisiera por muy lejano que estuviera su lugar de origen.

Las fiestas privadas en Venecia sólo eran comparables con las ofrecidas por o para los reyes europeos. Destacaba sobre todo el Carnaval, fiesta que coincidía con el cobro de impuestos, entre otros motivos porque los cobradores no podían identificar a los comerciantes que debían satisfacer las tasas debidas, nadie podía exigir a un enmascarado mostrar su faz; escarceos amorosos entre los disfrazados se sucedían tras cualquier columnata; venganzas personales al amparo de la impunidad que otorgaban las máscaras; y diversión, mucha diversión y elegancia era lo que representaba el Carnaval para los venecianos de la época.

Venecia no era el lugar más adecuado para ser huérfano, allí sólo existían dos salidas para los abandonados, repudiados o desgraciados; la prostitución o el trabajo de sol a sol en algún buque mercante. Por ello Mati cuidaba mucho no ser descubierta, procuraba que nadie supiera que estaba sola en este mundo. Su palacete era de los más bellos de Venecia, de tres alturas y con un canal privado que llegaba hasta su interior. Su interior estaba repleto de obras de arte, de gran valor todas y por ello eran siempre la comidilla de toda la ciudad pues sus moradores apenas se dejaban ver en público y en las contadas ocasiones en las que lo lo hacían se limitaban a pasear por los canales en su suntuosa góndola, sólo su hija, Mati, parecía vivir allí constantemente. Ella era un chica de gran belleza interior, inteligente, adinerada como la que más y por lo tanto muy pretendida por los señores casaderos. Sin embargo estaba siempre sumergida en el trabajo, dando órdenes a los empleados para que compraran o vendieran esto o lo otro, órdenes que supuestamente recibía de su padre a través de cartas enviadas desde los más recónditos lugares del mundo, de hecho algunas tardaban meses y meses en llegar. Si supieran sus vecinos que estaba sola en aquel mundo...

Al despertar supo enseguida dónde estaba, toda la habitación había sido decorada con frescos extraordinarios, hasta el techo evocaba el cielo nocturno de manera fidedigna. Recordó algo y rápidamente abrió la bolsa, en cuanto lo vio supo lo que era, un papel en el cual había sido dibujada una máscara de carnaval, tal vez aquello le advirtiera de algún peligro o fuera una pista a seguir. Fuera lo que fuese decidió no atormentarse con aquel enigma, de hecho pudiera ser que pasaran años hasta que tuviera algún sentido.

Oyó la música de fondo, provenía de abajo, era rítmica y melódica y un nombre le vino a la mente. Angelus Domine. Salió bruscamente de su desayuno musical cuando tocaron a la puerta y entraron dos sirvientas. Una descorrió totalmente las cortinas de seda azul que cubría los cuatro ventanales, la luz invadió la gran estancia, Mati no pudo sino sonreír, era como si también la luz hubiera llegado a aquellas pinturas. La otra sirvienta empapó una toalla en agua y aseó a Mati que se dejaba mimar y cuidar. Sería un agradable día.

domingo, 1 de marzo de 2009

CAPÍTULO 3

El sonido estentóreo, procedente de no sabía dónde, la despertó. No era capaz de discernir si era de noche o es que simplemente estaba oscuro, sí percibía que la luz invadía poco a poco el lugar. en el que se encontraba. La luz y la tele... ¡ya recordaba donde estaba!

"Canal Radio Retro le da los buenos días Mati", al escuchar tan peculiar saludo no pudo evitar sonreir, consideraba la televisión personalizada como un gran invento; "Son las once horas ante meridiem de un bonito día soleado. Hoy se cumplen ciento cincuenta años desde que se erradicara el uso de combustibles fósiles en todo el planeta. Ya sabes, hoy es miércoles 25 de Abril del año 2377".

No tenía frío pues la calefacción se auto-regulaba según su temperatura corporal; ahora la caldera trabajaba a máxima potencia. Se incorporó llena de vitalidad y dijo "noticias", la orden surtió efecto y se formó un holograma que mostraba imágenes allá donde ella mirara, visualizaba las noticias. Sabía que cuando saliera de la ducha tendría el desayuno preparado, café y tostadas, pues el ordenador central así lo tenía programado. La decoración del pequeño apartamento era minimalista pero los elementos decorativos eran antiquísimos, el conjunto decía mucho de la persona que allí habitaba si se era buen observador.

"18 litros" informó el mando digital que controlaba todos los elementos de la ducha, elementos como la música, la luz de diferentes colores que podía emitir, la temperatura del agua y sobre todo que no se pudiera exceder ni en una gota de agua de la cuota asignada para ese día. Mientras se duchaba recordó que en otro lugar, en otro tiempo, existía la posibilidad de bañarse; en el presente eso era un lujo del pasado que a nadie le estaba permitido en sus viviendas particulares. Con una población mundial de más de veinticinco mil millones de personas había que controlar todos y cada uno de los recursos disponibles del planeta.

Desayunó tranquilamente, viendo en la tele holográfica el documental en el que se explicaba como se estaba desarrollando el comienzo de la colonización de Marte. Miró, pensativa, hacia una de las paredes, era increíble, el ser humano era increíble y le parecía que no tenía límites. "Vistas" ordenó al ordenador central el cual convirtió la pared en un gran ventanal, en realidad era un cristal que mediante líquidos interiores podía ser opaco, translúcido o transparente, además de poder visualizarse sobre él cualquier imagen posible; la taza de café con leche esperaba ser utilizada por ultima vez ese día, apenas quedaba un sorbo de líquido en su interior, pero Mati la contuvo apoyada en los labios, acababa de recordar que vivía en la planta doscientas cincuenta y seis y lo que vio le dejó perpleja. Miles de enormes edificios se veían por doquier, algunos parecían no tener fin, pero lo que más le fascinó era ver que las nubes quedaban a veinte metros por debajo de la altura de su piso. ¿Cómo serían las vistas por la noche?

Cuando bajó a la calle paseó tranquilamente por espacio de dos horas, era curioso ver que la gente se trasladaba de un sitio a otro en triciclos a pedales, la gente hablaba en voz baja y no se oían ruidos, todo era silencio. El ruido quedaba a cincuenta metros por debajo del nivel del suelo, donde el metro y lo coches eléctricos eran los dueños, la superficie estaba limitada a los peatones y a todo vehículo que no se propulsara mediante motor ni vela. Todo estaba iluminado a pesar de ser de día porque los enormes edificios provocaban que la sombra lo cubriera todo.

Cansada ya de pasear por la infinita urbe se dirigió al centro de masajes. Una vez allí fue recibida muy atentamente, no en vano era socia e iba cada dos días a utilizar los servicios que se procuraban allí. La condujeron a la biblioteca, era un lugar muy amplio, los techos estaban a seis metros de altura y la vegetación estaba por todas partes, flores, árboles, arbustos..., enseguida supo cuál era su sitio habitual y hacia allí se dirigió. Se sentó en el amplio sofá y un empleado le trajo los últimos libros que había estado hojeando: "Viajeros del tiempo" y "Espacio-tiempo", eran novelas de ciencia ficción. Un pájaro captó su atención, revoloteaba de un árbol a otro, descansaba en una rama, trinaba durante un momento antes de emprender el vuelo hacia un nuevo destino; nunca antes había visto un pájaro tan bonito y menos aún un pájaro que parecía tener interferencias pues a veces se difuminaba, ¿sería una imagen holográfica?